Precisamente, porque los niños no nacen con un libro de instrucciones bajo el brazo y los padres se encuentran día a día con el dilema de tener que tomar pequeñas y diferentes decisiones a lo largo de la infancia del hijo.
Educar significa poner límites a la conducta de nuestros hijos, lo que puede variar significativamente dependiendo de la edad. La educación de nuestros hijos es una carrera de fondo, en la que cada día se van alcanzando pequeños objetivos, que nos permitirán construir unos sólidos cimientos sobre los que se asentarán las futuras reacciones de nuestros hijos.
El informe Delors, elaborado a petición de la Unesco por una comisión internacional, sobre la educación del siglo xxi, señala como los «cuatro pilares de la educación».el aprender a hacer, a conocer, a vivir juntos y a ser; dando lugar a una propuesta renovadora: la educación a lo largo de toda la vida.
Para poder aplicar nuestro método educativo hemos de estar predispuestos a emplearnos a fondo. Implicarnos tanto emocional como intelectualmente, ya que una de las premisas fundamentales de este método se basa en la comprensión objetiva de vuestro hijo a lo largo de su desarrollo. Al igual que el pediatra anota periódicamente el peso y la talla del niño, los padres anotarán una serie de variables emocionales, que serán los datos objetivos desde los que aplicaremos nuestras pautas educativas y extraeremos útiles conclusiones. Éstas no se verán distorsionadas por lo que a uno o a otros les ha parecido entender, oír o interpretar, sino que serán datos reales.
A menudo caemos en el tópico de pensar que si enseñamos a nuestro hijo a pedir las cosas por favor o a dar las gracias ya lo tenemos educado. Pero en realidad no es así. No son más importantes las formas que el fondo. Lo que hemos de conseguir es que nuestros hijos entiendan y razonen los motivos que hay detrás, que sean capaces de reflexionar y darse cuenta de que para ganarse la confianza hay que empezar por portarse bien con los demás. Y las buenas formas no son sino una manera de exteriorizarlo. Pero el no saber el porqué, lo convierte en algo sin sentido.
La tarea de los padres no da resultados inmediatos sino a largo plazo. Por eso no hemos de perder nunca de vista las consecuencias posteriores de lo que hacemos en cada momento. Tener perspectiva debe ser una de nuestras premisas más importantes junto con el estado permanente de observación.
Sí; cuando una pareja decide tener un hijo no se plantea cómo lo va a educar, y esta nueva situación cambia tanto la manera de reaccionar como la de relacionarse entre sí. Es necesario un nuevo acoplamiento y plantearse en serio las responsabilidades que supone el nuevo papel de padres.
El motivo de estas anotaciones es doble: por una parte es necesario para que las observaciones sean objetivas, y por otro para facilitar el trabajo en equipo. A menudo nos puede dar la impresión de que el niño es muy llorón, que siempre monta unas pataletas de órdago o que continuamente se le escapa el pipí. Pero si lo apuntamos en el cuaderno de anotaciones que os mostramos en la tabla, al final de una semana nos daremos cuenta de que son impresiones nuestras y por tanto subjetivas, y a lo mejor estos comportamientos sólo han ocurrido en dos o tres ocasiones.
Es importante observar y anotar sus reacciones ante diferentes situaciones tal como os proponemos en las tablas correspondientes, según la edad del niño. El objetivo de éstas es el de darnos una perspectiva real de cuál es la tendencia reactiva del niño, para poder adoptar las medidas para adecuar esa reactividad a las normas que queremos que aprenda.
Entender cómo piensa, cómo actúa y por qué, para poder aceptarlo tal como es y no como quisiéramos o nos imaginábamos que sería. Hemos de desechar nuestras expectativas y aprender a aceptar las características personales de nuestro hijo.