El aprendizaje en el niño también tiene que ver con el efecto sorprendente de una acción que ha observado: abrir un grifo y que salga agua, por ejemplo. Se trata de un nuevo experimento que ha descubierto imitando a su hermano. Gracias a este mecanismo de aprendizaje suele ser más fácil criar al segundo o tercer hijo que al primero, ya que si tiene bien encarrilado al primogénito, los siguientes lo imitan sin problemas al dormir, al comer, al poner y quitar la mesa…
El mecanismo de imitación más determinante tiene que ver con la «inseguridad» que le produce un reto. El estado de incertidumbre del niño sobre su capacidad para realizar algo es lo que le motiva a llevarlo a cabo. Así, a medida que el niño va evolucionando van cambiando las acciones que le llaman la atención, las que ya controla dejan de interesarle y se centra en las nuevas situaciones.
El niño toma un modelo a imitar, a fin de llegar a dominar el papel desempeñado por otra persona. El pequeño tiende a identificarse con el modelo para imitarlo. Es decir, ante una situación nueva y desconocida para el niño, en la que no tiene una experiencia previa de cómo reaccionar en determinada circunstancia, buscará alguien en su misma situación para imitarlo o recurrirá a algún recuerdo de alguien con quien se sienta identificado e imitará su comportamiento.
Es evidente que hoy en día no sólo nuestros hijos, sino todos estamos sometidos a la cultura de la realidad virtual: el cine, la televisión, los videojuegos, Internet… Todos estos medios nos bombardean con determinados patrones de conducta, que de forma subliminal alteran o condicionan nuestra manera de reaccionar e incluso nuestra personalidad. Este aprendizaje por observación es lo que se denomina aprendizaje vicario o imitativo.
La sociedad actual recibe la mayoría de la información a través de los medios audiovisuales, pero lo peor es el uso indiscriminado de éstos, sin criterio, ni vigilancia. El mando de la tele, de la casa y de la familia lo habéis de tener vosotros, los padres. Tenéis más experiencia, un criterio formado, un filtro para juzgar lo que veis, y vuestros hijos todavía están en proceso de aprendizaje. Hay que entrenarlos para que sepan respetar, aprendan a juzgar las informaciones que reciben y poco a poco vayan elaborando un criterio propio y sólido que los guíe en su camino por la difícil época que les ha tocado vivir.
El aprendizaje vicario es un término que acuñaron a finales de los setenta los investigadores y psicólogos Albert Bandura y Richard Walters, y que explica el mecanismo por el que nuestros hijos imitan lo que ven en la televisión. Al identificarse con los protagonistas de las películas, que muchas veces utilizan la violencia, los niños imitan su comportamiento. Al observar cómo en la pequeña pantalla se transgrede la norma y parece divertido, incluso se puede escapar al castigo o éste no parece importante, se genera el impulso de imitar esos actos en cuanto tienen oportunidad. Se acostumbran entonces a reaccionar pegando, tienen fuertes pataletas cuando se les contraría e incorporan desde pequeños la idea de que en el mundo real los conflictos con los demás se solucionan de forma violenta y a la fuerza.
¡Sí! La influencia ejercida por las películas y programas de televisión violentos sobre el aumento de la agresividad de los niños y adolescentes está más que demostrada. Sucede que, al presenciar frecuentemente escenas de violencia, se vuelven poco sensibles a éstas y pasan a tolerar sin problemas ese tipo de situaciones.
El aprendizaje por imitación o vicario afecta de forma notable en lo que respecta a conductas agresivas casi el doble a los niños que a las niñas. Pero también es cierto que la incentivación o motivación externa es el factor decisivo para que se desencadenen este tipo de conductas. El ambiente que rodea al niño durante su exposición a estos estímulos agresivos es decisivo.
Cuando un niño está mirando de forma pasiva unos dibujos animados o una película y el protagonista, por ejemplo, ametralla a todos sus enemigos, para él es el que «gana» porque es el único que queda vivo. Es incapaz de darse cuenta de las consecuencias negativas. Su perspectiva es que es el más fuerte, ha vencido a los demás y le tiene sin cuidado que sea considerado el «malo» o que luego vaya a la cárcel. Se identifica con el protagonista porque su espíritu competitivo es muy fuerte en ese momento evolutivo y él también quiere ganar.
Los padres pueden atenuar con su conducta las influencias negativas. Así, se han realizado diversos ensayos experimentales para demostrar la eficacia imitativa de lo que se ha vivido en directo frente a lo que se observa de forma pasiva. Los resultados indican que los modelos virtuales o fílmicos no son tan eficaces para trasmitir pautas de conducta como los de la vida real.