Lo primero que nos hemos de plantear es por qué queremos cambiar las cosas en casa. No es porque no deseemos la felicidad de los niños, sino porque un barco sin capitán no funciona. Y una familia sin normas, tampoco.
Ejercer el control del mando a distancia, significa, en cierta manera, ejercer el «poder» familiar. La pelea por el dominio del mando es la lucha por quién hace záping y, en realidad, por quién decide lo que hay que ver. Este hecho refleja muy bien la idiosincrasia de las familias. Las más clásicas son aquellas en las que el padre controla este elemento de poder. Existen otras opciones más modernas en las que se turnan el padre y la madre e incluso algunas en las que los hijos lo dominan de tal manera que los padres han de pedir permiso para ver las noticias o el fútbol. Éste sería un síntoma de que hemos perdido los papeles. El primer paso para retomar las riendas familiares pasa por reconocer esta situación y buscar soluciones conjuntas, como un equipo: el equipo educativo de LOS PADRES. En última instancia, la decisión es de los adultos, somos los padres los que decidimos los que decidimos lo que ven nuestros hijos, cómo y cuándo lo ven.
Sí, y las podríamos resumir en estas ocho:
¿No será porque no les quedan muchas alternativas? O, quizá, porque es lo único que pueden hacer, ya que nadie les hace caso, y es una manera, además, de que se queden «quietecitos». Puede ser también porque los niños de la clase hablan de una determinada teleserie y no quieren quedarse al margen. Éstos son los casos que nos han de llamar la atención.
Para todas las edades, os ofrecemos una serie de pautas generales para hacer de la televisión un instrumento educativo y aprovechar sus beneficios de manera práctica y pedagógica:
Aprender a utilizar la tele cuando les interese es lo más difícil. Hemos de tener claro que si los padres no los ayudamos, no marcamos límites, no nos plantamos en definitiva, los niños no aprenderán a autocontrolarse. Una buena manera de empezar es haciéndoles apreciar que se puede vivir sin tele. Para ello se puede establecer un día sin tele o una semana sin tele. Cuando son pequeños es fácil, pero cuando crecen hay que agudizar el ingenio, «la tele se ha estropeado», «nos hemos quedado sin luz» y otras astucias que pueden servir para propiciar esa sana costumbre.
La cuestión en debate es si debemos permitir que cada niño tenga una tele en su habitación, ya que partimos de la base de que cada hijo tiene una habitación propia y que son pocos los que comparten espacio. Aparentemente no hay ningún problema, se acaban las discusiones, cada uno ve lo que quiere en su propia tele, como y cuando le viene en gana. A corto plazo, todo parece ir bien. La cuestión real es si ganamos algo positivo en la educación de nuestros hijos. Por otra parte, hay que considerar por qué preferimos que el niño esté encerrado en su cuarto viendo la tele tranquilamente; el hecho de «sacarnos de encima» al niño, poniéndole una tele en su cuarto para evitar que esté todo el día fastidiando con sus jueguecitos de la videoconsola, tiene unas connotaciones altamente peyorativas para el niño, que obviamente percibe esa corriente negativa. Sin querer, el hecho de aislarlo, pensando que así «irá a su rollo» y estará más tranquilo, como una forma de respeto hacia él, puede no ser interpretada de igual manera por él.
Si a nuestro hijo adolescente le gustan mucho los deportes, el resto de la familia puede ver con él una retransmisión deportiva. Nos hemos de implicar aunque no nos guste especialmente su afición, intentar compartir algo que le agrade a él. De esta manera podremos conseguir que él se implique en algo que guste a los demás miembros de la familia.
La mayoría de las veces gana el mayor, porque si no, se aburre y se porta mal (gana su boicot). Los pequeños suelen adaptarse mejor. Pero, cuidado, la mejor opción en estos casos no suele ser ésta, sino otra: convencer al mayor de que acepte ver una película más infantil y otro día, cuando el pequeño ya esté durmiendo, mirar una de mayores con él. Y, recordad, se trata de llegar a un trato buscando el consenso. Por una parte, estáis poniendo los límites adecuados para cada uno y, por otra, les estáis educando en el respeto, y a compartir y a sensibilizarse con los derechos del más débil. Les estáis enseñando a formar parte de un grupo, a sentirse integrados, a ceder y a no ser egoístas.
Para hacer de ellos buenos televidentes hay que saber racionar la cantidad de horas que pasan de forma pasiva ante ella y evitar que la tele invada su vida, y no se acuerden ni de jugar. Es necesario que se aburran y agudicen el ingenio para pasárselo bien sin tele. Es importante, también, que no les reste horas de sueño, ya que eso perjudica al equilibrio bioquímico y al desarrollo físico.