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¿Mentiras o imaginación?

 

Los padres se sienten traicionados cuando pescan a su hijo en una burda mentira y su ira suele ser implacable. Es exasperante oír a un niño insistir en que él no ha sido el que ha manchado el suelo con pintura, o que no se ha comido los bombones cuando tiene toda la cara manchada de chocolate.

En primer lugar, vamos a tratar de definir lo que sería una mentira de verdad. Se entiende por mentira aquella excusa que se piensa con la intención de engañar y ocultar la verdad de forma intencionada, con premeditación y alevosía.

Por el contrario, consideramos que no es una mentira cuando el niño pretende salvar el pellejo en una situación comprometida y en la que todos los dedos lo apuntan. En este caso, se podría decir que lo que actúa es el instinto de supervivencia para librarse del castigo o enfado paterno. Se trata de una reacción defensiva, provocada por la manera en sí de preguntar.

Por el contrario, consideramos que no es una mentira cuando el niño pretende salvar el pellejo en una situación comprometida y en la que todos los dedos lo apuntan. En este caso, se podría decir que lo que actúa es el instinto de supervivencia para librarse del castigo o enfado paterno. Se trata de una reacción defensiva, provocada por la manera en sí de preguntar.

Otras veces es su imaginación la que les juega malas pasadas y confunden realidad y fantasía.

Objetivo:

Nuestras estrategias con las mentiras son muy claras. Hay que educar para comprender y hacer entender que con la verdad se llega a todo el mundo. «La verdad os da libertad», sería nuestra máxima.

Signos de alerta:

No vamos por buen camino si:

  • Nos pasamos el día haciendo preguntas cuyas respuestas ya conocemos: «¿Has recogido tus juguetes?», «¿Has hecho los deberes?».
  • Abusamos del «No digas tonterías».
  • Sometemos a nuestros pequeños a una estricta vigilancia comprobando cada palabra, cada hecho, en la búsqueda de la verdad.

Soluciones prácticas:

Si queremos inculcar sinceridad y honestidad, debemos prepararnos para escuchar tanto las verdades amargas como las agradables. Los niños han de crecer en la tranquilidad de poder expresar sus verdaderos sentimientos sin cortapisas.

La prudencia en los actos y la observación de sus reacciones nos puede resultar de gran ayuda. Escucharlos primero y decidir después qué hacemos siempre es una buena regla.

Imprime confianza.