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Siempre se ha dicho que madre no hay más que una: la que se despierta por la noche en cuanto cambia el ritmo de respiración de su bebé; la que está en vela esperando a que llegue el adolescente; la que intuye cuando a su hijo le pasa algo antes de que aparezcan los síntomas. Ese sexto sentido maravilloso que nos alerta y nos previene está actualmente en desuso. No lo escuchamos lo suficiente….los niños no lloran para fastidiarnos ni suspenden para llamar la atención.

 

Por eso desde esta página quiero reivindicar el instinto materno: hay que escucharlo y dejar que nos guíe en nuestra aventura de ser madres.

Os voy a explicar el caso de una madre que acudió a mi consulta procedente del digestólogo, con un niño de 10 años que presentaba dolores agudos de estómago y llevaba tres semanas sin ir al colegio. Le habían hecho todas las pruebas médicas, scanner, análisis clínicos,… sin ningún resultado.

Ella estaba desbordada por la situación, no entendía por qué los médicos eran incapaces de encontrar qué le pasaba a su hijo. Los dolores eran espectaculares, el niño se quejaba de una forma que ella no podía pensar que fuera falso como le había insinuado el médico. No dejaba de repetir que ella conocía muy bien a su hijo y realmente le veía sufrir mucho. No se creía que fuera un dolor psicosomático. Le tuve que explicar que el dolor es real, pero la causa no es orgánica sino psicológica. Claro que se encuentra mal y le duele y vomita, pero la causa no hay que buscarla en su cuerpo. Una vez más relajada, le hice que tomara contacto con su instinto materno: ¿Qué crees que le está pasando a tu hijo? ¿Por qué no va al colegio? Al empezar a contestar a mis preguntas, le pedí que fuera sincera consigo misma, aunque no le pareciera lógico. Y, poco a poco, fue apareciendo una historia de miedo, humillaciones y vejaciones en el ámbito escolar. Ella no se sentía con fuerzas de enviar a su hijo a la escuela porque veía que allí se iba marchitando, había perdido el apetito, las ganas de jugar.. y en casa parecía recuperarse ligeramente.

Después de varias sesiones con el chico y terapia con la familia, se decidió cambiarlo de escuela.

Ayer lo volví a ver, ya lleva dos semanas en su nuevo colegio. Me sorprendió ver que no parecía el mismo, su actitud triste se había desvanecido y se mostraba alegre y risueño. Sus dolores habían desparecido y su madre había recuperado al hijo que ella recordaba, que su instinto maternal le decía. Mi conclusión a esta historia con final feliz y uno de los motivos por los que me dedico a este trabajo es que deberíamos escuchar más este maravilloso instinto que la naturaleza nos ha dado.

Feliz día de la madre a todas!!!